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17 de mayo de 2015

"EL OFICIO DE ESCRIBIR, LA POESÍA" POR ANTONIO ACEVEDO LINARES




Escribir es prolongarse en la existencia y se escribe para permanecer porque lo que permanece lo fundan los poetas dijo Holderlin. El oficio de escribir se origina cuando el hombre descubre que es un ser destinado a la muerte. Héctor Rojas Herazo dijo que cuando el hombre descubre que se va a morir, ya tiene asegurada una vocación poética porque ser poeta es tener una alta conciencia del paso inexorable del tiempo. Al final de la década de los años setenta cuando me inicié en el ejercicio de la lectura y la escritura de la poesía no lo hice no obstante por el descubrimiento de esa conciencia de la muerte, sino porque me había enamorado, pero no me había enamorado de una mujer, sino me había enamorado de las palabras, me había alucinado y maravillado con las metáforas y las imágenes y de la belleza que se podía crear con las palabras ensambladas para la creación poética, y ese enamoramiento permanece intacto treinta años después desde la mañana remota en la que empecé a escribir poesía. En un poema reciente lo dejé consignado.


Arte poética

Antes de que me hubiera
enamorado
de mujer alguna de carne y hueso
me enamoré primero
de las palabras que me alucinaron
como años después el amor de una mujer.
Yo amé las palabras como
a una mujer desnuda
como años después descubrí la poesía
en ese cuerpo desnudo de mujer
y desde entonces mi poesía
vive y canta en estrechos besos
caricias y abrazos
entre el cuerpo y la palabra.


Sin embargo no fue la poesía lo primero que intenté escribir sino aforismos, estaba fascinado por escribir aforismos tal vez por la influencia de Nietzsche que por ese entonces ya leía. Las primeras lecturas son muy importantes en la formación de un individuo porque son las que pueden determinar y definir el descubrimiento de una vocación literaria o intelectual. Los poetas nadaistas, los poetas malditos, los surrealistas, los poetas de la época de la revolución cubana y los poetas latinoamericanos fueron mis primeras lecturas que me hicieron despertar esta vocación o pasión por la poesía. Pero sin saberlo otras lecturas me alimentaban, la lectura de filósofos y pensadores contemporáneos (Marx, Freud, Erich From, Marcuse etc.) que me hicieron seguir años más tarde estudios de sociología y filosofía.

La biblioteca pública fue el espacio donde todas las tardes a comienzo de la década de los ochenta me dio refugio como lector infatigable. La poesía fue mi primer amor a primera leída. Alucinado y maravillado por la belleza y la lucidez de la poesía un día me encontré escribiéndola y desde entonces empecé a vivir la vida poéticamente aunque la vida no fuera color de rosa pero a través de la poesía se la trasciende con sus desengaños, sus miserias, sus conflictos o su dura realidad. H. M. Enzensberger ha dicho que escribir poesía es el mayor grado de libertad que un hombre pueda tener pues para escribir un poema no se necesitan partidos y es una ocupación donde no hay jefes ni subordinados. Cómo no acordarme entonces de aquella frase que siempre he escuchado; hierba mala nunca muere, los poetas son hierba mala porque nunca mueren, se van a vivir, cuando mueren, a las páginas de los libros o en la memoria o sentimiento de los pueblos.

Los poetas auténticos y verdaderos viven a la enemiga, como dijera Fernando González, que no es más que no conciliar con el poder, el establecimiento o los dogmas. En las prisiones, en las trincheras o en el exilio los poetas han escrito poesía como lo corroboran; Hikmet, Roque Dalton, Ungaretti, Juan Gelman etc. La poesía es un acto de resistencia espiritual del hombre contra todas las adversidades o condenas de la vida, contra el olvido o la muerte. Las palabras son alhajas de oro en la poesía que el poeta moderno hace brillar. La experiencia de escribir es la más solitaria y solidaria del que ha sentido la sensibilidad del lenguaje que lo ha convertido en poeta. La primera condición para llegar a escribir es amar las palabras y dejarlas encantadas, porque la poesía es el ejercicio de encantar las palabras, su valor estético y ético depende de esa primera condición.

Dádiva

Acaso la poesía es ese
don que te fue dado en la tierra
aunque un hermoso poema sigas
intentando escribir
sabes que en una sola línea
de un poema hay muchos años
de oscura experiencia interior
que urdir un verso que te
redima en el mundo es un arduo
ejercicio de la lucidez
como saber que la belleza
es ese cielo a donde también
van los mortales como Safo
en el antiguo cielo de Lesbos.


El que escribe de último escribe mejor, porque la poesía es a veces un sarampión en los jóvenes, como lo fue soñar la revolución en muchos que hoy se convirtieron en burócratas. En algún momento de nuestras adolescencias o terminando esa etapa, que adolece, como su nombre lo indica, de muchas cosas, se escribió pero se abandonó la poesía. El que logré quedarse con esa primera emoción temprana será poeta en su madurez y escribirá poesía, mientras no se le sequé el corazón y la imaginación. Rimbaud abandonó la poesía después de la adolescencia, pero ya había escrito una obra genial. La poesía es más importante que nunca, dijo Allen Ginsberg, porque es la forma más humana de expresión. En medio del caos de la comunicación y el exceso de información, la poesía es la voz individual que expresa la experiencia única y excéntrica de un individuo separado y solitario.

En la era de la Internet la poesía viaja por las autopistas de la red, lo que ha permitido salir de la invisibilidad en la que ahora se vive por la carencia de espacios literarios como los magazines o suplementos literarios en los periódicos, con la excepción de los festivales multitudinarios de la poesía. Ahora se dice que el que no está en Internet no existe, pero como la existencia no la definen los satélites ni los medios de comunicación, prefiero quedarme con la existencia en la definición clásica de la filosofía cartesiana del pienso, luego existo o tal vez sería mejor ahora del escribo, luego existo.

Nota: Debido a su extensión, sólo hemos reproducido solo una parte del texto enviado por su autor