-No, ningún plan.
Tengo asco por todo, ¿me
entiende?
Por la gente, la vida, los versos con cue-
llo
almidonado. Me tiro en un rincón y me ima-
gino
todo eso. Cosas así y suciedades, todas las
noches.
A
veces pienso que esta bestia es mejor que yo.
Que,
a fin de cuentas, es él el poeta y el soñador.
El Pozo (1939), Juan Carlos Onetti.
Nuestros Tiempos.
X
Está todo nuestro pasado,
exhalado digital.
Puedo buscar el instante
presente pasado
e interpretarlo con la claridad
de un verso dorado
de narraciones de gusanos
conquistando manzanas eternas.
Y
Nuevamente el pasado de pulsaciones
eléctricas.
Está vivo y latente,
presente.
Fantasmas de roca
con patas de tentáculos
y piel de gusano humeante.
Z
Para mi abuela esa señora
estaba loca,
por tomar una pala y trabajar su
tumba.
Pintar de color escarlata
la fachada dorada del pasado ilusorio.
Y ahora yo estoy loco,
según la blasfema lectora sin tiempo.
Porque soy yo la que pare
los versos con sabor a plástico,
aroma a circuito quemado
y tacto con dedos quebrados.
01001
Poeta cobarde que
no cruzas la calle.
Por miedo de ver figuras monstruosas
con tus mismos ojos de mosca
dorada y visión nocturna.
…………………………………………………………………………………..
Quimera Moderna.
El
pasado no existe, me decían.
El pasado sólo son nebulosas infinitas de un segundo.
Pero ahí está, tan
vivo que puedo tocarlo con la punta de mis dedos.
De cualquier modo, la punta de mis dedos está fría.
Mi amigo está
muerto.
Sin la blanca
pantalla
de simbolismos eléctricos.
Te regalo una
canción sobre Cristo,
cuya letra
encierra el odio del borrego.
Estoy en el
centro, otra vez, de la masacre.
Escribo basura
visual
para que vomites
trozos de espejos negros.
Sí, no soy digno de .
Ni de escribir
versos con cuello almidonado.
Pero, el tejer
de las letras también es el territorio
de la bestia
encerrada en colores imaginados.
En una plataforma que pronto contendrá
los pensamientos de todo humano en la tierra.
Aquel algoritmo que me lee mejor
que el más avezado lector
de los tiempos.
No, no podrá,
porque me refugio mejor que un ave
de rapiña con ojos de mosca.
Busco,
por si es que mis versos fueron escritos
por un poeta muerto.
No están.
Sin embargo
¿Lo puedes ver?
Las épocas
forman un cuadro
imposible
difuminándose
con el sonar
del clicker.
Pero, estimado lector,
que no eres hombre ni mujer.
Pues eres apariencia.
Pues eres mula de carga.
Pues eres un monstruo de bolsillo.
Fantasma de roca y patas de lagarto
muerto.
Pues eres proyección artificial de una máquina,
o personaje desolado de mi mala pluma.
No,
pues, eres tu propia quimera moderna.
La
Interpretación
La
Haces
Tú.
Innumerable.
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La
historia de un toro
Poseía la fuerza de cien bestias
lunares y solares
en su corona de oro.
Sin embargo, estaba atado.
Una cuerda de agua
lo mantenía sujeto
a un árbol, que era,
un asidero a la tierra fértil.
Hace años que ya no luchaba,
en vano había intentado liberarse
sin éxito alguno.
Se conformaba con mirar
el alba y el ocaso,
alimentándose del prado
de colores fluorescentes
y escupiendo relámpagos
en los días de tormenta.
Un día cualquiera,
sin previo aviso,
sin profecía,
sin señal y sin eclipse
de color alguno,
la cuerda se desvaneció y,
junto con eso,
un colosal diluvio
perforó la tierra.
Sus patas tambalearon.
Fue como si la una galaxia entera
sucumbiera en un
cataclismo sin fin.
Pasaron las eras
y la bestia no logró dar ni un paso
lejos del árbol.
Quedó, finalmente,
con una pata erguida
aventurando un paso discreto
cuando se convirtió en piedra.
Ahora estoy bajo esa
escultura milenaria,
con mi propia cuerda de agua,
aguardando el convertirme
en piedra negra.
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